11 ene 2011

Géneros periodísticos odiosos: Entrevista a un actor

Hay poca gente tan pagada de sí misma como un actor de éxito. Yo, algunos deportistas, Zapatero y algún cantante despistao, pero fuera de eso, nadie se cree tan el centro del universo como un actor. Un actor de cine de los de carrera (no me refiero al guaperas sobrevenido en estrella de cine, que a ese, lo que le pasa, es que es simplemente bobo) es una persona a la que le han dicho tantas veces (o se lo ha dicho tantas veces ante el espejo) que tiene talento que ha terminado por creerse alguien especial, una especie de vehículo carnal de los dioses y la personificación endiosada del Estado del Arte.
El actor, por mor de su trayectoria profesional, en la que se ha tenido que travestir de una gran variedad de personajes, suele tener un vocabulario amplio con el que nos atiza sin piedad a la menor oportunidad. No me refiero a que tengan un léxico florido, que es una bendición del cielo, sino a la manía de demostrarlo. Muchas veces, no siempre, es una especie de terapia contra el complejo de inferioridad por no poseer estudios superiores. Se une a esta necesidad enfermiza de parecer más de lo que se es la otra parte que hace odiosa la entrevista, la de las preguntas perpetradas por un periodista empeñado en no parecer imbécil por preguntar cómo tiene de duras las tetas Fulanita, o de firme el culo Menganito, que es lo que a todos nos gustaría saber; en su lugar formulan alambicadas proposiciones - con un deje en su construcción léxica que recuerda lejanamente a las viejas y queridas preguntas - en las que dejan claro que son personas informadas (y pelmazas) y que no trabajan para el “Qué me dices” sino para Fotogramas, El País Semanal o Play Boy.
En la entrevista a un actor se juntan, pues, dos espíritus sandios y peregrinos: el quieroynopuedo del actor y el yonosoydeesos del periodista.
Fulánez se expresa con una curiosa mezcla de ímpetu y talante reflexivo, suavizando el tono solemne de sus impresiones sobre la profesión de actor y la realidad social con oportunas bromas o anécdotas. ¿Cómo planteó su acercamiento físico y psicológico al personaje de Mengánez?
La clave está en el momento en que terminas esa segunda lectura. Llegado ese punto se produce en ti un cambio, algo casi hormonal que te lleva hacia algún lugar todavía incierto: puede ser un olor, una sensación física, un sentimiento... Y eso es importante retenerlo porque va a ser la fuente de la que vas a extraer la esencia del personaje. Pero ahí se produce un equilibrio delicado: ¿cómo fijar el límite entre tu identidad y la del personaje? Evidentemente, yo no he tenido esas experiencias, pero a través de situaciones lejanamente parecidas y adecuadamente magnificadas puedes llegar a empatizar con esos personajes.
¿Por qué ha aceptado trabajar en una producción de bajo presupuesto?
En realidad no discrimino entre grandes y pequeños trabajos. El trabajo es el trabajo. Busco papeles interesantes, retos que me sirvan para explorar nuevas posibilidades. El dinero es importante, no nos engañemos, pero no lo único. Puede resultar difícil de creer, pero lo cierto es que estoy en una etapa de mi vida en la que el dinero es secundario, porque no tengo problemas económicos. Este proyecto era algo que se salía del terreno trillado. Además, tenía un toque de romanticismo platónico.
Vale, podía habérmelos inventado, pero lo anterior es literal. Son citas de dos entrevistas distintas a dos actores distintos. Distintísimos. Y no es significativo. Quiero decir que son fragmentos escogidos casi al azar de un par entrevistas que me tragué el mes pasado, de dos tipos a los que seguramente, sin entrar que cómo nos cae a cada uno (a mí, uno me cae como una patada en la boca del estómago, el otro me da igual), todos consideraríamos inteligentes y juiciosos. Y el caso es que da exactamente igual a qué actor (y a qué periodista) adjudiquemos estas sesudas reflexiones, porque son intercambiables. Y en ambas aparecen dos conceptos recurrentes: la pedantería bonachona y la condescencencia altruista y soñadora.
Inevitablemente, invariablemente, un actor pretende que pensemos que es culto. Que no le importa el dinero. Que es tímido. Y suele dejar claro, por vía inversa, verbalizando exactamente lo contrario de lo que piensa, que es una persona extraordinaria: “Soy un tipo normal, como tú o como cualquiera”, suelen decir. Porque lo normal es que a todos nos paguen millones por un solo trabajo, que nos deseen por la calle, que quieran nuestros autógrafos o fotografiarse junto a nosotros. ¿A quién no le pasa eso? A mí me parece genial que la gente gane pasta. Lo que no es de recibo es que, encima, nos suelten discursitos paternalistas sobre lo poco que les importa el dinero a ellos.
En fin, que odio estas entrevistas, a eso me refería.

3 comentarios:

  1. Y en el caso de las actrices, añade además que se empeñan en hacernos creer que no hacen nada por su físico, que comen todo lo que les da la gana, que no se ponen cremas, que es todo genético y que lo único que hacen es beber mucha agua y dormir mucho.

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  2. A usted lo que le ocurre es que es un desagradecido. Yo, en cambio, agradezco muchísimo que gente así de preparada me oriente sobre cómo pensar y me dé las pautas necesarias para no apartarme demasiado (lo que me permite mi naturaleza burguesa) de la ética laica que ellos suelen proclamar. Qué sería de mi vida y mis actos sin la luz de, por ejemplo, Loles León (a quien le ha cundido tanto que, para mi asombro, tiene un hijo llamado Bertoldo en honor a Brecht, el pobre), o sin la coherencia de Javier Bardem y similares. Incluso podría haber pensado que el optimismo no nos iba a sacar de la crisis económica si no hubiese visto el vídeo aquel de los artistas agradecidos pidiéndonos pensamientos positivos.

    Lo que tendríamos que procurar, en realidad, para tener un país por fin a la medida que se merece nuestro presidente, es que todos los oficios se expresasen así:«la clave está en el momento en que terminas esa segunda lectura. Llegado ese punto se produce en ti un cambio, algo casi hormonal que te lleva hacia algún lugar todavía incierto: puede ser un olor, una sensación física, un sentimiento... Y eso es importante retenerlo porque va a ser la fuente de la que vas a extraer la esencia de la reparación. Pero ahí se produce un equilibrio delicado: ¿cómo fijar el límite entre tu fuerza y la de la cañería? Evidentemente, yo no he tenido esas experiencias antes, pero a través de situaciones lejanamente parecidas y adecuadamente magnificadas puedes llegar a empatizar con el atranque.»

    Ah, Kotinussa, no creas, si yo no estoy más estupenda es porque duermo poco y bebo poco agua. También entiendo los desnudos justificados perfectísimamente.

    Un beso, y feliz año.

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  3. Jo, Kotts, acabas de romper la magia... yo pensaba que las actirices era lo que tenían, que eran tan especiales que salían así de natural. O sea, que Ana Belén, por poner un ejemplo, O Cher, que vale igual, ¿no es que mejoren naturalmente, sino que se maquillan y eso? Acabas de tirarme del caballo, lo sepas... Un besote.


    ¿Bertoldo? ¿De verdad le ha hecho eso a su hijo? Eso es violencia "de género", Guiss, o sea. Esa tía, además de bastorra, es que es idiota. ¿Cómo sabías que la cursilada esa era del gran JB? Aunque tu versión me parece muy adecuadita, sí señá.
    Y no, rica, si tú estás stupenda, es porque fuiste stupenda, eres stupenda y stupenda morirás. Beso gigantesco, mi querida Guisantilla.

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