19 feb 2011

Zakkie ya no es virgen

Como a perro flaco todo son pulgas, se me ha estropeado la cámara de video, así que esto está pillado con el móvil. Lo malo no es la imagen (imperdonable ese Wolffs en chándal), sino lo mal que se capta el sonido.
Me hice un backing track (un acompañamiento de batería, bajo y coros) y lo puse a todo trapo para poder exprimir el sonido de la guitarra (que es extraordinario), pero el resultado es que el micrófono incorporado del móvil no está preparado para eso y suena como el mismo culo, pero aún así, los oídos más finos podrán captar la especie de trueno del infierno que es esta guitarra.
En fin, ella es mi nuevo amor, y os la presento con sonido directo, equivocándome más que nunca, para que conozcáis a mi nueva compañera de fatigas, que tendrá que compartir el harén, eso sí, con Grettel y Minie (la Gretsch y la Takamine), aunque, se lo ha ganado en un día, y al primer polvo, en plano de igualdad.
¡Ay, si las mujeres fueran todas tan fáciles como Zakkie...!

17 feb 2011

Tomando aire

Ocasional, sigularmente, me siento afortunado, o más bien, dulcemente mecido por la rueda de la vil Fortuna, en mi labor profesional que, de cotidiano, es una especie de Mar de las Desdichas en el que trato de no ahogarme, sobre todo, por que no me gusta el agua salada. Para hacerse una idea gráfica, la rueda de la Fortuna estaría sumergida al 90% en dicho mar, de modo que a veces salgo, tomo aire y me preparo para otra vuelta tapándome la nariz. A veces, sin embargo, el momento de respirar coincide con algún momento feliz y, raudo, saco mi cámara y capturo el momento (¿recordáis al operario ucraniano?).
En estos días, he tenido uno de esos momentos. Y he comprobado que soy una mala persona que disfruta con cosas que deberían ponerme triste. Y es que, a veces, merece la pena vivir. Estoy seguro de que muchos de vosotros, casi todos, tenéis un jefe. Pero, a ver, listillos, ¿cuántos de vosotros tenéis una Gefa?


¿A que mola?

16 feb 2011

Balada de la lechera rockera

Cuando la crisis empezaba a apretar, pero ni siquiera me imaginaba yo a dónde llegaría, ni hasta qué extremo iba a afectarme, un amigo me pidió que si le hacía el favor de asistir a una reunión con un colega suyo, que tenía un negociete de compraventa de cosas (productos electrónicos, pequeños electrodomésticos y más cosillas) y que quería grabar un video, a modo de spot, para colgarlo en su web y mandarlo a potenciales clientes y todo eso. El objeto de la reunión era que le aconsejara sobre cómo hacerlo, que le asesorara en la creación de una especie de marco sobre el que él pudiera meter sus ofertas concretas (puntuales, decía él). El caso es que acabé mandándole por mail la idea y el guión y una solución muy baratita de producir. Me llamó en seguida: le encantó y se empeñó en pagarme. Le dije que no, que qué gilipollez, que no hacía falta… al final insistió, por lo menos es cubrir los gastos de los cafés, el desplazamiento, las molestias y le dije, de acuerdo, dame cien pavos y te invito a comer. Y quedamos así.

Cuando fui allí, estaban mi amigo y mi “cliente” ya con un par de cañas de ventaja sobre mí y me dijo mi cliente: “Toma, tu cheque” y me dio un estuche de guitarra con una viejas, pero encantadora Ibanez RG350. Esta:
Estaba bien, molaba, pero... ¿Cómo sería una guitarra un poco mejor? Entonces, a través de segundamano.es se la vendí a un tipo de Burgos, y con lo que saqué, compré esta otra, a un chaval de Alcalá de Henares:


Esta era chula, pero seguía siendo un poco malilla. Se la vendí, a través de eBay a un tío de Barcelona. También en eBay encontré, pujé y gané, por un precio de risa esta guitarra de un tipo de Inglaterra:


Esta ya es una guitarra mucho mejor: es de construcción japonesa y tenía unas pastillas fabulosas. Un tiro de guitarra... pero no era mi tipo de guitarra. Quería una de similar calidad, pero con puente flotante y trémolo vacilón. Así que la vendí, también en eBay, a otro tío de Barcelona y compré, en eBay, pero en Estados Unidos, estas delicia:


Guitarrón, guitarrón. Pero he descubierto que tampoco este es mi tipo de guitarra. soy un poco animal tocando la guitarra, y necesito algo más "macho", menos fino. La puse a la venta y esta tarde, me ha llamado un chaval de Santander, que la quiere, pero que me la cambia por la que, el pasado 21 de enero, por su cumple, le ha regalado su chica. La guitarra está absolutamente nueva (en garantía, por lo tanto) y, os puede parecer un poco macarra, que lo es, pero a mí me tiene flipado.

Es preciosa y es una guitarra que no pone en evidencia, como las Ibanez, a un maldito bestia como yo. Es una Epiphone Les Paul Custom Zakk Wylde.
Pongo un par de fotos de detalle, para que veáis qué chulada:



El cuerpo es el clásico Les Paul, el mítico diseño de Gibson: grueso, compacto y con un empaque salvaje y que proporciona un sustain eterno a las notas y un sonido con cuerpo, gordo, machote.


La pala es preciosa, con los clavijeros dorados y ese logo Les Paul Custom... wau, sé que esto no emociona a nadie que no toque la guitarra, pero estoy deseando ponerle las manos encima.









El viernes, Edu (el tipo con el que hago el intercambio) y yo nos encontraremos a medio camino y haremos el cambio de guitarras. Ya os pondré alguna grabación con la nueva guitarra.

Mientras tanto, os dejo un video del auténtico Zakk Wylde tocando su epiphone. No es lo mismo que yo tocando, pero os hacéis una idea de lo bien que suena esta pequeña bestia dorada, que he llegado a poseer como en el cuento de la lechera... es fantástico, ¿no?





14 feb 2011

Obtusa (y pelmaza) verdad

Y tú, grosero zumo sublimado de solo dios sabe qué frutos, ¿te atreves a fingir candor? Tú que atontas, que dices las verdades de los necios (mentirosas verdades), tú que nada me has dado jamás, ¿por qué diablos te metes en ella y la desfiguras así? ¿Quién te autoriza a cambiármela, a alegrarla falsamente, a deprimirla mareada, a convertirla en esa efigie tan poco parecida a sí misma, a matar su brillo natural? Odio todo lo que significas. Cultura, sociedad, economía, diversión y desenfreno… detesto todos tus vapores, desprecio profundamente todo lo que huele a ti. No quiero verte.
Déjala en paz. Déjamela como es.

Nadie ante quien fingir. Pura sinceridad wolffa.



Escribí esta canción hace unos 3 años. Y ahí sigue. A lo mejor  un día la cojo y trato de grabarla bien, pero me cuesta demasiado, porque es una canción de esas “que duele”. Está grabada una maqueta muy sencilla, con una cajita de ritmos, una guitarra acústica y el bajo y ya. La canción es absolutamente anticomercial: larga, poco brillante, oscura, letra complicada, sin chistes, sin estribillo… pero me gusta su cualidad esencial. Es una canción muy sincera… y muy pelmaza, tal vez.



Un alud en medio de la noche y no estas bien
Aliento dulce y piernas torpes, otra vez
Un actor no pasa de mediocre sin saber
Y el papel que a ti te han dado, no lo quieres aprender

Tu cabeza bulle y al calor del fuego empieza a arder
Tus manos huyen al país del que no han de volver,
Tu voz intuye que es mejor callar que reprender
Y la razón excluye por esta noche comprender a tu mujer
Y no cesa el murmullo nunca  en tu ciudad
Por lejos que te vayas no lo callarás
Te duermes al arrullo de las olas al romper
Encima de tus ojos, donde no las puedes ver caer…

 … al ritmo de la lluvia que tu alma llovió ayer
sentado en la estación al frío del amanecer,
te preguntas cuánto tiempo tiene que latir
un corazón equivocado y cuánta vida ha de vivir
Te saltas las lecciones, hoy vas a combatir
Hay buenas vibraciones, vivir no tiene fin,
Cuántas explicaciones para un pobre infeliz,
Que canta sus canciones sin nadie ante quien fingir

Sin nadie ante quien callar y con quien no dormir
Nadie a quien besar y nadie que te bese a ti
Nadie con quien compartir tus trucos de delfín
ni un mar en el que ahogarse por no querer dejar de reír



10 feb 2011

De hostias y sucederes

Andaba yo de libranza laboral, mas en la cima de mi quehacer doméstico, la estima por los cielos, recortando la arizónica con una sierra de bricolaje, “sí, sí, mirad, soy capaz de hacerlo sin motosierra, sin molestar a los vecinos” cuando el mundo se acercó a mí a velocidad de vértigo.  
Si alguien es capaz de calcular con qué fuerza impacta en el suelo un cuerpo de 100 kg de masa que queda, de repente, suspendido en el aire, en plano inopinadamente horizontal, sierra en mano y a dos metros diez de altura, que nos alumbre con el dato. Yo os lo diré sin ambages ni criptogramas alfanuméricos.



 Se trata de una hostia de primera. Uno cae al suelo a plomo, como si deseara estamparse contra el infierno más que ninguna otra cosa en el mundo. Si, además, la diosa fortuna, oh, zorra exquisita, tiene a bien esperarte en el suelo en forma de pata de escalera de aluminio resistente, sí, muy ligera sí, pero por dios que poco estable, y te das en la sien así que caes con lamierdalapatala’scalera, caramba, duele.


Ni veinticuatro horas habían pasado cuando, feliz, porque el pisto al horno está tan rico como en puchero, pero salpica menos, intentaba arreglar la rejilla escurridora de un invento ingenioso de mi suegro, Juan, para enharinar alimentos (ingenioso de verdad, fabricado en metacrilato por sus hábiles manos), cuando, ladinamente, el destornillador con el que intentaba yo apretar un esquivo tornillo, dejó atrás la desgastada ranura del tornillo y fue a buscar la yema de mi dedo índice (izquierdo) para atravesarla, literalmente, de lado a lado, y perdonando, de milagro, la vida a la falange distal.


¿Me ha mirado un tuerto? No me sorprendería, dado mi atractivo, que algún desdichado visual quiera fijarse en mí, pero mucho me temo que esta desfortuna es mi sino en estos meses y que me toca aguantar el tipo.
Y, además, no puedo tocar la guitarra en unos días, ¡brrr….!

El ritmillo, el ritmillo

Ando despistado (quiero decir un poco más) últimamente y la cosa es que, de corriente, me siento fuera de ritmo. Pero esto, ojo, tiene un lado bueno: al menos oigo la claqueta, y soy capaz de discernir que ando desacompasado. Tengo dos opciones: acelero y lo pillo, o me detengo y dejo que el tempo me atrape a mí y me dejo llevar.
Como en la armonía, muchas veces la gracia está en la imperfección. La nota disonante que rompe la rigidez estructural, para que la melodía se aleje de la matemática y se convierta en arte musical. Un sintetizador ejecuta una sonata sin tacha, sin error… y sin gracia. Una orquesta comete imperfecciones que dotan a la pieza de una asimetría inesperada y glorifica las notas, elevándolas hasta un nuevo estadio: el de la emoción.
En esas ando yo. Tratando de adaptarme a un mundo no hostil, pero sí extraño, en el que nada es como yo creía que era. En esas ando yo, y mis amigos Wilco y Buch, sin la añorada colaboración de MiJoe y sin el lastre de Viriato, el Quéprisatienes, tratando de recomponer la magia de la música. Los Ciclones vuelven a la carga y esta vez, amigos… esta vez nada quedará e pie.

1 feb 2011

Una estación con vistas

Es rasgo de prudencia imprescindible observar antes de actuar. Con deliciosa sencillez, mi abuela me decía “donde fueres, haz lo que vieres” y yo, obediente muchacho si me empeño, sigo esa máxima.


A veces uno ve la sierra y si está en estos días, afortunados y despejados, la sierra nevada ofrece un espectáculo singular, sobre todo al amanecer. Mas a esa hora, cuando la foto sería impresionante, plena de morados y malvas, luchando con el letal empuje del azul cielo de Madrid, no puedo permitirme el parar para mirar el cielo. Los ciudadanos, sabedlo, a esa hora son poco propicios a las bondades de la contemplación paisajística. Prefieren la sorda –y sobretodo, callada- eficiencia del oficinista vocacional y la rapidez y la economía de gestos y palabras en sus repostajes. Siendo así que tengo que esperar a las horas centrales de la mañana para salir al frío y tomar esta perspectiva.
Otra cosa: sabed que el encuadre es esencial. Y uno ha de ser extremadamente cuidadoso para evitar sorpresas. Hice esa primera foto ayer pero, no estando yo satisfecho con el resultado, anduve brujuleando y buscando más afortunados encuadres, cuando, como un potentísimo e ineludible imán, la cámara/teléfono se disparó, ella solita, en esta sorprendente instantánea.




De carácter ahorrador, la imagen trasera de este operario ucraniano nos ofrece otra perspectiva. España no es tan diferente.