25 ago 2010

Sam quiere ser artista

Samantha, mi querida pastora de Brie, lo lleva en las venas. Cuando toco la guitarra acústica, se acerca a la puerta de mi despacho y se sienta paciente y elegante -las patas perfectamente alineadas en posición escuchen-, y me observa con gesto severo. La medida de cómo estoy de inspirado ese día me la da el tiempo que tarde en marcharse: un ratito si estoy en plan patoso, sus buenos 15 minutos si estoy bien y se acomoda y se duerme en la puerta que se ve en el video si estoy que me salgo.
Ahora bien, si cojo la armónica y empiezo a soplar... entonces abandona su actitud silenciosa, pero crítica, y se une a la fiesta, entonando con su privilegiada garganta intrincadas escalas de jazz que sólo los genios pueden reconocer como la música de los dioses. ¿No es para comérsela?




La secuencia (es un plano secuencia, no semos naide...) es de esta misma mañana. La grabé con el teléfono cuando me di cuenta de que estaba cantarina.
Señoras y señores, con ustedes... ¡Samantha, también conocida en los ambientes como Swingin'Sam!

5 ago 2010

Balada del zorro y ¡mierda no me j…!

Balada en Sol mayor para el zorro, un menda de lo más in, siempre pendiente de lo último y de lo que ya nadie se acordaba (los sillones de eskay, Los Pasos, los 1430 especial preparaos, Vicky Larraz) para volver a ponerlo en danza y que todos dijeran de él: hay que ver lo moderno y lo enrollado que es el zorro.
El zorro hizo cantidad de planes ambiciosos a cuenta de su próxima aventura y se dedicó a avisar a todo el mundo de que estuvieran al loro, porque algo grande iba a pasar.
El día anterior a su hazaña, vino a visitarle Malicia con su bikini verde, sus gafas de estrella de Hollywood y su pelo estilo venqueteabrazo y estuvieron hablando todo el rato, casi todo el rato de él, porque Malicia es generosa en cuanto a los temas de conversación, y sólo se permitió un momentito de gloria:
- … ya sabes, Mal –decía el zorro- que siempre me has parecido guapísima
- Hmmm…
- … sí, mujer, claro que sí, pero es que hoy estás especialmente guapa…
- ¡Venga…!
- Que sí, te he visto entrar y he dicho… ¡caray!
Y ella dijo:
- Vale, si quieres, podemos profundizar en esa línea de pensamiento…
Lo cual era la manera más inteligente y elegante de hacerle desistir.
Bueno, aparte de la visita de Mal, había recibido el zorro noticias del Otro Lado. Al parecer, según le contaba el Señor Búho, que era un rato gilipollas, pero bastante bueno en eso de recoger y dar noticias, una zorrita bastante zorrita, de lomos confortables y peludos, cola plateada, morro puntiagudo y unas ancas de locura había llegado al Otro Lado y estaba buscando plan.
La zorrita pensaba en un zorro bien macho, claro, pero también sensible y que supiera, llegado el momento, divertirse y divertirla a ella. Un zorro con conversación, a ser posible que no leyera el Marca, que no tuviera reparos en hacer cosas tipo lamerle el lomo a los zorritos, contarles cuentos o sacar los zurullos de la guarida, llegado el caso. Y que durante los coitos, supiera esperar a darle placer antes de descargar su esencia de zorro machote. En suma, y por decirlo en pocas palabras, la zorrita buscaba un pringao.
El zorro sabía esto. Y el zorro sabía aquello. El zorro era un listillo y aunque no cumplía apenas ningún requisito (en realidad, sólo cumplía uno: no leía el Marca) decidió presentarse ante la nueva zorita, a ver si ella era capaz de medio resistírsele cuando meneara la cola delante de su morrito.
El zorro le dijo a las ardillas que se acercaran que les iba a dar un recado para la zorra buenorra, pero las ardillas pasaron de él, porque sabían que el recado consistía en partirles el cuello y ofrecerlas como regalo de bienvenida.
Mierda de animales listillos y cultivados, dijo el zorro en alusión a la escolarización general del bosque, que había dado como resultado que todas supieran que el zorro comía uvas engañosas, o algo por el estilo.
Sea como fuere, el zorro avisó a todos de que no sólo iba a ser el más listo y feroz de Este Lado, sino que, merced a su valentía, su arrojo y su simpatía natural, conquistaría el Otro Lado, con dos pises marcaterritorios que echara por ahí.
Se formó un gran debate en el bosquecillo porque había quien ponía en duda (nunca en público, porque era un bosque español) que el zorro fuera el baranda de Ningún Lado, que ahí teníamos a los jabalíes, que si quisieran mandar, eran mucho más cachas que el zorro, o ese par de perros asilvestrados que tenían una mala leche del carajo. El caso es que nadie daba un paso adelante y el zorro era el baranda indiscutible y se proponía a serlo del otro lado si nadie lo impedía.
Se atusó al pie de la encima milenaria. Se miró en el arroyo y no vio nada porque el arroyo bajaba demasiado rápido y, sobre todo, porque un zorro no es capaz de hacer abstracción de su yo y reconocerse en su reflejo.
- Buena caza, señor zorro – le dijo un cuervo y el zorro respondió con un eructo sordo, pero aromático, con reminiscencias de los caracoles que se había zampado, o sea que para el cuervo no hubo respuesta, pues oye muy bien, pero no capta el regüeldo, digan lo que digan los zoólogos.
Mirad al zorro altivo y ligero, pies y manos alados, cómo pasan las millas como si flotara en el aire. Es como una flecha de plumas de zorra (baratas, pero muy vistosas) buscando un objetivo en el que clavar toda su ansiedad.
Mirad al zorro olisquear el aire en busca de algún ratoncillo de campo que llevarse al gaznate (se folla mejor con la tripa llena) mientras sigue terco su trote entre matorrales y hierbas altas, alguna encina despistada y alguna lata arrugada de cerveza.
Miradle llegar incólume al fin de Este Lado y mantener la vista clavada en el Otro Lado, obsesionado como si fuera su destino. Miradle ignorar un viejo Seat Ritmo color nisesabe que le aplasta la cabeza y sigue su camino porque no sabe que ha puesto fin a la leyenda del zorro milenario.
Mirad qué pronto cambia todo. Mirad qué frágil es el mundo y oíd las últimas palabras, inacabadas, del mito:
- ¡Mierda no me j…!
LLeva tres días allí. Por las mañanas, en mi paseo en bici, le esquivo y sigo. Hoy, me he parado y le he hecho una foto. Y él me contó su historia.